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Tradiciones Teribes
t’a bröránsö
¿Fa ra to zháörë?
 
 
 
 
Tradiciones Teribes
 
Orlando Barrantes
Con la colaboración de Geizel Ortiz R..
Äso gruenia (Ruta de las Aves), Térraba
 Mayo 2009
organizaciónSkã́wak (dueños de nuestro lugar)
En defensa de los derechos de los pueblos indígenas
Por la recuperación de nuestro patrimonio histórico y cultural
 
 
Tradiciones Teribes
Tawa woplu-estamos contentos-
                                                                                                  
Pocos costarricenses saben que la comunidad indígena de Térraba, que se encuentra asentada en el cantón de Buenos Aires, zona sur, tiene su origen al otro lado de la Cordillera de Talamanca. Los Teribes fueron conocidos en la época de la conquista y la colonia con diversos nombres: Térrabas, Térrebes, Derbis, Tiribí, Térrebes, Téxabas, Terbis, Tervis, Tejvis, Texibe, Teribis, Teribes, Teribies, Tirribi, Tixbi. También se les conoce como Indios del Norte, o preferiblemente, Nasos, como ellos mismos se definen actualmente en el sector panameño, y vivían a lo largo del río Teribe hasta su desembocadura en la actual Bahía de Almirante, Panamá, incluyendo la isla de Colón o Isla de Tójar como también se le conoce.
Se supone que los Teribes fueron los indígenas que tuvieron contacto directo con Cristóbal Colón cuando este llegó a Bahía del Almirante en octubre de 1502.
A partir de 1698 los curas españoles trasladan a un gran número de familias teribes hacia el pacifico costarricense, atravesando la cordillera. Fundan San Francisco de Térraba en 1700, Nuestra Señora de la Luz de Cabagra en 1744 y nuestra Señora de Guadalupe en 1785. Para diferenciar a los teribes panameños de los teribes costarricenses, estos últimos hoy en día se denominan Broran.
Hemos recogido en esta publicación algunas creencias, tradiciones y recuerdos pasados y presentes, tanto de los Nasos en el Atlántico como de los Térrabas en el Pacífico.
 
Tradiciones antiguas
Borwa tradisyon   naso-ga llë   tek   dena e ten (nuestras antiguas tradiciones teribes nos pertenecen).
En 1697 Fray Francisco de San José escribió que los Teribes: “…juzgaban que la creación del hombre había sido como semilla, que Dios tenía todas las semillas y como sembró el maíz y lo demás, así sembró á los hombres y luego fueron procreando; que tenían dos almas, una que hacía obras buenas y ésta se iba arriba, otra que hacía las malas y ésta se iba abajo”. Además,“…tienen unas piedras como de jugar á las tablas, de diversos colores. Las coloradas adivinan si hay enemigos por donde van á trabajar ó caminar; otras como de mármol con unas vetas aplomadas, para saber el buen día de su sombra; otras de laja para cazar ó pescar; y el modo como lo hacen es que ponen la piedra sobre la palma de la mano y le hacen su razonamiento, y luego le dan un soplo; si la piedra baila hay feliz acierto; y si no, no van a caminar porque sucederá mal; y en esto tienen grande fe, porque dicen que Dios les dio á sus mayores de aquellas piedras para gobernarse, y ellos los imitan y van a sacar a la cantería en ayunas, y luego la amuelan; y en este tiempo no comen sal…”. Ese Dios de que habla el cura es Sbö, figura suprema y creador del mundo.
Los Teribes o Nasos del lado panameño también sienten mucho respeto e incluso veneración por el río Teribe, al cual denominan Gran Abuela, que les provee desde tiempos inmemoriales de sustento para todos.
Entre los Nasos, según Muller, “existe la creencia de que la abuela Tjër ybi se fue a buscar un lugar santo para el pueblo Naso y bendecir las aguas para la procreación y la producción agrícola, por lo tanto, la familia espera la venida de la abuela con el fin de ir a la tierra prometida y cualquiera que haga daño al agua se prepara su propia autodestrucción”.
Canciones
Naso-ga ëng wle-no (los teribes se encontraron).
 
Rufina Santana, exreina teribe, dijo lo siguiente cuando cantó ésta canción durante el Primer Encuentro de Nasos y Térrabas: “Voy a dedicarle esta canción en mi lengua o en nuestra lengua, dedicado a todos los hermanos térrabas y a todos los demás hermanos y en especial a mi rey César Santana y Florentino Villagra (virrey)”:
 
“Cuando pongo mi maíz morado,
tipo ojo de camarón
sobre la piedra
del mediodía a la tarde
lo muelo muy fino así.
No tengo
ningún temor
cuando muelo con mis manos;
no me hace falta nada.
Y cuando llega
el día de beber
lo toman hasta
andar de rodillas.
Mi águila, gavilán
lagartito, tigrillo
los contemplo
al moler mi maíz morado, ojo de camarón.
En ellos pienso  del mediodía hasta la tarde;
y me visto con ropa
que es tan brillante como la plata.
Eso lo pienso con mi maíz
tipo ojo de camarón también así.
Y la chicha que hago
para tomar
sabe como el zapote
cuando está maduro.
Y cuando beben mi lagartito
y tigrillo,
y el águila también
se arrodillan así.
Y para hacerlo
basta una sola mano.”
 
Minas
 
Siempre se ha dicho que los curas franciscanos recoletos que administraron la reducción de San Francisco de Térraba tenían una mina de plata que explotaron durante mucho tiempo. Se dice además que esos curas acumularon importantes cantidades de plata que enviaban a España. No está claro de dónde pudieron obtener esas riquezas, pues evidentemente no era de las limosnas.
Domingo Rojas Troyo, un cartaginés y el minero hondureño Manuel Ponce estaban en 1858 de viaje por el Río Lari. Cruzaron luego la cordillera hacia el Pacífico por uno de los tres caminos antiguos que comunican el Atlántico con el Pacífico. Al iniciar a bajada hacia Hato Viejo (o Buenos Aires, como se le conoce hoy) llegaron a unos llanos, quizás por Olán, y dejaron este curioso relato:
 “En un bosque a orillas del llano se metieron a descansar y encontraron una zanja algo obstruida, la que se propusieron seguir… a poco de andar encontraron otro bosque de árboles muy corpulentos … y lo primero que llamó su atención fue una piedra de molinete pero sin mano (usadas en las minas), bajaron más y encontraron el lecho de un ingenio de moler metales con una piedra volador con su grampòn de hierro … como a las cincuenta varas encontraron otro grupo de árboles y otro ingenio más aterrado que el primero… al pasar por unos farallones observaron en una peña unas hendiduras, y limpiando un poco el musgo distinguieron un taladro de mina que habían tapado de intención por no haber en la puerta aterro en desorden…como a las setenta varas otro respaldo y otro cañón como el primero, pero este muy mal tapado”.
Luego contaron que tres días después el terrabano Manuel Villanueva, quien estaba en Hato Viejo, les dijo lo siguiente “…estando él muy jovencito lo habían llevado a trabajar a ese punto, que esa veta era de frailes, que de ahí habían sacado la mayor parte de la plata que existió en la iglesia de Térraba, y que los frailes la mandaron cerrar de miedo de los extranjeros que pasaban”.
 
La tradición de la Cabeza del Tigre entre los Nasos.
Dobón shricsrí –tigre-
 
Para los Nasos los bailes y los cantos a los animales son una forma de identificarse y de aprecio con la vida que hay en la montaña, con la naturaleza. Otras danzas se realizan para celebrar y fortalecer la hermandad entre varios pueblos Nasos.
Una de las danzas más conocida en la tradición ritual de los Nasos es el llamado Baile del Tigre.  El ritual debía practicarse cada vez que un teribe mataba un tigre. El objetivo del baile era matar el espíritu del animal. Si el cazador no ejecutaba la danza al menos 8 días después de la muerte, el espíritu del tigre regresaba y le bailaba al cazador o a alguno de sus familiares y eventualmente morían.
Para el baile la familia del cazador preparaba varias clases de chicha de yuca, maíz y plátano. Además, necesariamente se debían fabricar tres tipos de flautas de bambú, de cuerno de vaca y de las cambonbias, que son esos grandes caracoles a los que se les hacía un pequeño hueco. También se usaban tambores hechos del árbol de balsa con piel de venado, de conejo o de vaca. Obligatoriamente el cazador del tigre debía enviar mensajeros por toda la región pidiéndoles a las personas que asistieran al Baile.
 
El Juego de la Mula y el Toro entre los térrabas
 
Durante muchos años se celebró en San Francisco de Térraba el Juego de la Mula y el Toro. Dejó de practicarse durante casi treinta años en 1962 o en 1963. Hasta esa fecha se jugaba además en Boruca. En Térraba, además del Toro, participaba la Mula.
Es importante destacar que gracias al esfuerzo de Rosalina Carrera Navas y otras personas en Térraba, el Juego ha vuelto a celebrarse cada diciembre en la comunidad. Con esto la comunidad recupera una parte importante de su identidad.
Anteriormente la celebración empezaba a partir del 1 de noviembre con una oración para las Ánimas. Ese mes solo había oración y se tomaba cacao, maduro. En cada casa se hacía un rosario. Había tamales y chicha. Decían los abuelos que “Ya que los muertos no comían que se los comieran los vivientes”.
En 1988, en comunicación personal a Orlando Barrantes, personas de la comunidad de Térraba como Don Laureano Gutiérrez, doña María Eugenia, Doña Margarita Navas, Don Chico Ortiz Navas y Doña Hilaria Rivera recordaron aspectos de esta tradición de la siguiente manera:
Propiamente el juego iniciaba el 25 de diciembre, pero desde el 12 de diciembre se empezaba, para el Día de la Guadalupana y nos poníamos a alistar los materiales, que eran plumas de aves, cueros de animales como pizotes, cusucos, zainos, manigordos. Se hacían las tajonas, que eran unas varillas con coyundas de cuero de ganado, para dar chilillo. Las plumas podían ser de pava o pavón. Cuando jugaban se hacían el vestido con un saco de gangoche. Se jugaba hasta el 6 de enero.
En la tarde del 23 se hacía el Toro. Se empezaba el 24 en la tarde. El Toro estaba en la casa del Mayordomo de la iglesia. Se alquilaba un repasto y se iba a dejar el Toro en las afueras del pueblo, ya fuera en la Sabana Grande cerca de Brujo, cerca de la Quebrada Las Cruces o en la Sabana Dibujada. El 24 como a la una de la tarde se iban a traer el Toro. Los Diablos se ponían sacos o plásticos en el cuerpo.
Durante muchos años el mulero era Mamerto Ortiz, alternando con Alejandro Nájera. Otros que siempre jugaban eran Luis Flores, Lencho Salazar, Victorino Navas y Vidal González. Y muchos más.
Don Sotero (Carrera) cuando era joven participó mucho en la costumbre. Era famoso el solar que tenían frente a la casa para que se jugara el Toro y la Mula. Ahí prendía en la noche un fuego para que se pudiera bailar.
Don Mamerto todavía construye las cabezas de la Mula y Gregorio hace máscaras.
 En ésa época, el Mayor era José Rojas. En los últimos años uno de nuestros mayores iba solito a jugar el Toro y la Mula a Boruca, pero le pasaba que lo emborrachaban y le robaban el sombrero, el pañuelo, el reloj y hasta el dinero.
Cuando los Diablos llegaban el Mayordomo repicaba las campanas anunciando también el nacimiento del Niño. En las casas se les ofrecía comida. Los Diablos robaban comidas en las casas y los dueños de la casa hacían como que se enojaban, disimulando y los perseguían. El Cajero era el que dirigía el grupo. Se usaban botellas con agua con cacao como perfume, para la Diabla. El Diablo Mayor cuidaba a las Diablitas, que eran tres. Había una que usaba corona de plumas, era la que bailaba y se untaba la cara con achiote y le iba ayudando a otra Diablita que llevaba a u niño en brazos, que era una muñeca. La tercera Diabla más joven nadie la podía tocar, Dios guarde. Todas las cuidaban. Solo el Diablo Mayor la podía tocar, y no bailaba ni tomaba chicha. Era bien portada.
El juego empezaba en la Casa del Progreso, que estaba detrás de la actual escuela y hace muchos años desapareció. Era un rancho grande; ahí se llevaba chicha, que se regalaba. Todo el mundo bebía chicha. La música era una caja, hecha de cuero de zaino y tronco de cedro. El cuero se ponía en las dos partes huecas del tronco, que se amarraban con fuertes coyundas de cuero de vaca bien encebadas; la caja se la colocaba el músico en forma vertical más o menos a la altura del estómago, y la hacía sonar con dos varillas. El sonido era tan fuerte que se llegaba a escuchar hasta en Brujo. El otro instrumento que se usaba era la concertina, tocada por Pedro Nájera, Alejandro y Don Blas. Con esta música se hacía el baile. La chicha la preparaban las mujeres. Si el baile se terminaba se iban para otra casa donde hubiera chicha y ahí seguían bailando, en los patios frente a la casa.
La Mula duraba tres días, cuatro días. El Toro lo amarraban fuera de la comunidad. Usaban el cacho de vaca para llamar al Toro. Lo sonaban y la gente se iba a jugar, con máscaras y tajonas, que se usaban para cuerear al Toro y le daban chilillazos. Los Diablos usaban chácaras y javas, pues se robaban todo lo que encontraran como racimos de plátanos, tamales, bananos, etc. Jugaban frente a las casas. En ese tiempo se usaban las javas para llevar la comida. Recogían los Diablos la ropa tendida que se encontraban y se la ponían al Toro, a los perros les pegaban. Se mataba cerdo y se hacía mucha chicha.
Unos Diablos iban con una manila amarrando al Toro. Otros iban con la Mula. Aquí no se pintaban como en Boruca. Se ponían ropa fea. Correteaban a la gente y la gente se metía al monte.
La Mula salía por un lado y el Toro por otro y luego hacían el encuentro. En el encuentro, el Toro se iba para el panteón y los Diablos por otro, para sacarlo. Unos Diablos, los perros, buscaban la Mula. Era un bullón muy grande, con gritos, que se oía desde muy lejos.
A medianoche dejaban de jugar. Se cantaba el Alba en cada casa, y se repartían panes, bienmesabe, carne frita y chicha. En la puerta de la iglesia los Diablos ayudaban a cantar el rosario. Cuando se dejaba de rezar, se iniciaba el baile en la casa del Mayordomo o  del sacristán hasta el día siguiente como a las 7 de la mañana. Se iban a descansar.
El otro rosario se iniciaba a las 7 de la mañana. Cuando terminaba este rosario otra vez los Diablos jugaban todo el día. El baile del 24 de diciembre en la noche era para los invitados, y los Diablos podían bailar únicamente si el Diablo Mayor daba permiso. El baile del 25 empezaba a las seis, durante toda la noche.
El Alba empezaba a las 7 de la noche. Se hacía el Alba como alegría por haber nacido el Niño. Los Diablos molestaban y decían: nosotros venimos a acompañar, nosotros venimos de Inglaterra,  y se ponían a arremedar al sacristán.
Era tan bonito. Se reunía la juventud. Andaban de casa en casa. Cantaban los pastorcitos con pajarillos. Los niños llevaban carrizos de agua, y sonaban igual que los pajaritos.
Se usaba el acordeón, la guitarra, el violín y la caja. Usaban un tambor grande. Después del 25 se guardaba todo en la casa del Mayordomo. La víspera del 1 de enero lo volvían a jugar. Algunos andaban contratando la carne para distribuirla el día de Los Reyes.
La juramentación de los nuevos jueces se hacía el 2 de enero. El 3 de enero volvían a jugar, y salían de la casa del Juez, donde todavía estaba guardado el Toro. Los Diablos Mayores sacaban el Toro y se lo llevaban al potrero para sacarlo en la tarde. Jugaban hasta el dos de enero. La juramentación de los nuevos jueces era el seis de enero. Se bailaba en la tarde, se volvía a guardar el Toro en la casa del Mayordomo, hasta el otro año”.
 
La Carretera Interamericana ayudó a destruir el Juego de la Mula y el Toro
 
“El juego de los Diablos se terminó porque la gente blanca se metía y peleaba y entonces se ponían multas por los pleitos. Al año siguiente ya la gente no quería jugar.
En realidad todo terminó cuando aparecen los turnos. Luego vino el incremento de los turnos. El padre Bernardo fue el que inventó el primer turno.
El policía dio orden de prohibir los tamales. Antes de que llegara la mayoría de los blancos, estos estaban integrados a la comunidad, eran pocos y se adaptaron bien a la forma de ser del indio.
La carretera interamericana fue la causante de que se perdieran las tradiciones. Venían comprando tierra. Un mecánico, Juan Pastora, compró gran cantidad.
Una vez, estaban jugando y los blancos los insultaban. Hubo un pleito entre indios y blancos y los blancos iban a demandar a los Diablos porque perseguían a los niños y a las mujeres. Los blancos venían a las fiestas y se reían de las costumbres. Por eso los muchachos de ahora sienten vergüenza.
Hace como unos 25 años (1963) se terminó la costumbre. La gente blanca se burlaba de esto.
En las fiestas patronales se mataba chancho en todas las casas y se comía con chicha. Ahora les da vergüenza beber chicha en guacal.
Antes de que se hiciera la carretera interamericana había mucha tierra baldía, libre, se trabajaba donde uno quería. Luego los indios vendieron la tierra. Los primeros blancos que se recuerda fueron Miguel Umaña y Antonio Umaña.
Por 20 mil colones se llegó a vender 250 manzanas de tierra, pagando el blanco 5 mil colones por año. El indio empezó a coger las tierras baldías y a venderlas.
Cuando llegó la carretera, la gente se fue a trabajar como jornaleros, a 9 colones diarios. Antes casi no había jornal. También la carretera ayudó a terminar con los animales de monte. José Vargas, quien vive aquí en la zona todavía, fue contratado para cazar animales. Tenía muy buenos perros. En dos años terminó con todos los tepezcuintles y los demás animales. Se los pagaban a 50 colones cada bicho. Después empezaron a entrar los blancos con perros a montear. Otros que causaron mucho daño fueron los Beita, que terminaron con los venados, pues tenían perros venaderos. Solamente aprovechaban el cuero y los cachos, pues ese era su negocio. Otras gentes tenían perros para los zainos.
Una cosa que ayudó a terminar la costumbre fueron las multas que ponían los policías. La nueva generación de muchachos no conoció la costumbre. Los blancos decían que los indios solo se mantenían de las chichadas”.
 
Otros recuerdos
 
“El camino a Buenos Aires es el mismo de aquí a Brujo, pero antes sin puente. En el río había un botero que se llamaba Nico. Antes de llegar al Río Platanares pasaba de este lado del río hasta el Paso Ancho, por la orilla del río, y se iba y salía por el Seguro. Había un gran puente de hamaca. Por el lado de Boruca estaba la Cuesta del Común, hasta la Cuesta del Mojón.
Por el lado de la Quebrada Cúan salía un toro pintado, dicen los mayores, en una salida a la sabana. En la noche salían muchos espantos.
El maestro José Mora hacía paseos, pero era enemigo de que se hablara el dialecto en las clases de la escuela. Traían helechos para hacer casitas y otras cosas. El maestro advirtió que las montañas las iban a destruir, por el engaño de los españoles, y que tendríamos que defender la cultura.
Otros maestros fueron Rafael Avendaño, Campos, José María Rodríguez Naranjo.
Antes se peinaban de trenzas hacia atrás, con prensas negras o de concha. De 14 años en adelante las muchachas se ponían lindos vestidos, con telas bonitas y gruesas, con encajes grandes. Se usaba la cotona.
Antes se preparaba la chicha y se mataban los animales. Los bailes eran gratis. Se hacía la limpia del cementerio entre todos el 5 de octubre, se limpiaban los cuadrantes. El último al que se le limpiaba el cuadrante ponía la música y la chicha.
Mucha gente mayor dice que la imagen del San Francisco pequeñito que ha estado en la iglesia durante muchos años y que se llevaron para San José para repararlo, no es el mismo que devolvieron el 13 de abril de 1943, pues lo cambiaron. Antes el vestido del santo era de ropa celeste, azul tinto. Cuando lo trajeron venía con un vestido igual al de los padres. Se hizo un turno cuando trajeron otra vez el San Francisco. El 14 de octubre es el día que lo devolvieron”.
 
  
Tenemos en proceso de publicación los siguientes folletos de Nación Teribe:
 
 
ü Los Teribes-Nasos en las luchas indígenas en Costa Rica y Panamá
ü Fundación de San Francisco de Térraba
ü Los Terbis Nortes cruzan la cordillera… (1761)
ü La guerra entre los Teribes y los Bribris
ü El tesoro de Térraba
 
 
 
 
Obras consultadas
 
Orígenes de la Diócesis de San Isidro de El General. Una historia Eclesiástica Regional 1522 – 1954. Claudio Barrantes Cartìn.
La lengua de Terraba: esbozo fonológico y gramatical, y pequeño diccionario. Adolfo Constenla Umaña. Primera edición. San José, C. R. , Editorial UCR, 2007.
Así era Curré. Una visión de la comunidad de Curré de principios del Siglo XX hasta la década de los años 50. José Rodolfo Rojas González. Primera edición. San Jose, C. R. EUNED. 2006.
El último cacique. Talamanca, siglo XIX. Claudio Barrantes Cartín. Primera edición. San José, C. R. EUNED, febrero 2009.
Reseña histórica de Talamanca. Ricardo Fernández Guardia. Primera edición. San José, C. R. EUNED, 2006.
El cuarto viaje de Cristóbal Colón y los orígenes de la provincia de Costa Rica. Luis Fernando Sibaja. Primera edición. San José, C. R. EUNED. 2006.
Descripción de la cultura del agua en costa rica: pueblo terraba. Felipe Montoya-Greenheck, Kenneth Carvajal y Uri Salas. Sin fecha. En Internet.
 
 

Térraba
Los Térrabas en la actualidad conforman un grupo muy reducido, localizado en la reserva de Boruca-Térraba, en el Cantón de Buenos Aires.
Han sido afectados por la colonización agrícola, su asentamiento está habitado mayormente por campesinos no indígenas, con lo que han asimilado el modo de vida rural no autóctono. Perdieron su lengua indígena desde hace muchos años, pero no han perdido su identidad cultural. Cultivan el maíz, frijoles, arroz, plátanos y cítricos.
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